domingo, 25 de mayo de 2008

Monólogo de Gila

LA HISTORIA DE MI VIDA
Miguel Gila (1919-2001)
(Recuperado de una grabación por Viviana F.)


Les voy a contar a ustedes la historia de mi vida, que es de mucha pena. Así que si hay algún enfermo del corazón que se tape los oídos.

Yo tenía que haber nacido en diciembre, pero no me habían terminao el abrigo y me estuve esperando pa' nacer en agosto, con todo el calor.
Y nací, no estaba mi mamá en casa, había salido a pedir perejil a una vecina, y yo nací solo.
Y bajé a decírselo a la portera. Dije: -Señora Julia, que... que soy niño, que he nacido y no está mi mamá en casa, ¡a ver quién me da la merienda!
Y me dio de merendar la portera.
Muy poquito, porque de joven había sido nodriza y había criao once niños y al cajero de un banco, que luego ni se casó con ella ni nada.
Y subí a mi casa y cuando vino mi mamá salí a abrir la puerta y le dije: -¡Mamá, he nacido!
Dijo mi mamá: -¡Que sea la última vez que naces solo!
Y me preguntó que si me había puesto polvos de talco, dije que sí que los había agarrao de la cocina y dijo: -¡Idiota...! Te has puesto el pan rallao.
Y entonces escribimos una carta a mi papá, que trabajaba de buzo en París, y vino corriendo. Dijo: -Ahora sí que hay que trabajar.
Porque ya éramos muchos en mi casa.
Eramos nueve hermanos, mi papá, mi mamá y un señor de marrón, que no le conocíamos, que estaba siempre en el pasillo y dormía allí la siesta.
Y mi papá se puso muy contento porque hacía ya mucho tiempo que no nos veía.
Y como éramos muy pobres y teníamos poco dinero, pues en lugar de gastárnoslo en champán y en tasis y eso, lo echamos en una tómbola y nos tocó una vaca.
Bueno, nos dieron a elegir: la vaca o dos pastillas de jabón.
Dijo mi mamá: -La vaca, que es más gorda.
Y dijo mi papá: -¡Tú con tal de no lavarte, lo que sea!
Y llevamos la vaca a casa y la pusimos de nombre Matilde, igual que una tía mía que se había muerto de una tontería.
Mi tía se murió porque tenía un padrastro en un dedo, de esos pellejitos, empezó a tirar, a tirar, a tirar y se peló toda.
Y la vaca la pusimos en el comedor, pero todas las visitas se sentaban con la vaca, y luego ni olían a visitas ni nada.
Y dijo mi mamá: -¡Pa' tener visitas y no poder olerlas....!
Y dijo mi hermana: -¡Eso! -que a mi hermana le gustaba decir cosas-.
Y entonces dijo mi mamá: -Ahora eliges entre la vaca o yo.
Y dijo mi papá: -Son amores distintos...
Y nos quedamoss con la vaca.
Y la pusimos en el balcón, pa' que tuviera fresca la leche.
Se conoce que tenía un cuerno flojo, se le cayó a la calle y le dio a un señor de luto. Y subió muy enfadao y cuando salió mi papá a abrir dijo: -¿Es de usted?
Y dijo mi papá: -Yo qué séee, yo que séee -porque mi papá era muy despreocupao-.
Y el tío del cuernazo se murió y a mi papá lo metieron preso y se escapó un domingo por la tarde, que no había tasis, y dijo:-Estoy libre.
Y se le subió a un señor encima y dijo: -¡Hale, a los toros!
Y lo tuvo que llevar.
Y allí le volvieron a detener y entonces, como seguíamos siendo pobres, mi mamá me abandonó en la puerta de unos marqueses, que eran ricos y tenían corbatas, y sopa, de todo.
Y por la mañana salió el marqués, me preguntó cómo me llamaba y dije: -Como soy pobre, Pedrito.
Dijo el marqués: -Desde hoy te llamarás Luis Enrique Carlos Jorge Alfredo.
Y luego me llamaba "Chuchi", y quería que estudiara, para saber dónde están los ríos y eso, pero yo me escapé y me coloqué de ladrón en una banda.
Pero lo tuve que dejar enseguida porque me puse enfermo, y todo lo que robaba lo devolvía.
Y fui a ver al médico y me dijo que solo podía robar caldo y pescao blanco; y para andar así, pues mejor no.
Entonces me coloqué con un fotógrafo, ¡que era muy bueno! ¡muy bueno! te sacaba muy favorecido.
A lo mejor retrataba a un pordiosero todo canijo, sucio, ahí, todo roto, pequeñijo, y en la foto le salía un ingeniero con los ojos verdes ¡que daba gloria!
Y un día me equivoqué, puse dinamita en lugar del magnesio, y maté una boda.
¡Vamos, quedó un invitao...! pero muy torcido... ni parecía invitado ni nada.
Y además, como no sabía multiplicar, pues no podía hacer fotos de 6 x 9.
Así que me echaron, y ahora ya no hago nada.
Solo andar despacito, y sentarme... algunas veces.
Y esta es mi vida. Buenas tardes, o... lo que sea.

Libros vs. textos digitalizados

La nota que sigue apareció en el diario La Nación el 30/10/94 y fue rescatada por el maestro Zen Sato. Como a la i reponsable le gustan los libros impresos en papel, le gustó y la guardó... y ahora reapareció (lo hace periódicamente, para refrescarles las ideas a los amantes de las computadoras). Es cortita, no teman.


Por Sarah Lyall, periodista de The New York Times.

“El libro está con nosotros desde hace 500 años”, dice Donald Norman, de Computadoras Apple, que acaba de publicar un libro titulado Things that make us smart (*), donde arguye que la tecnología a veces resulta contraproducente, deslumbrando y tiranizando a la gente en lugar de contribuir a hacer su vida más simple. “La gente piensa que el libro carece de sofisticación tecnológica, pero ha evolucionado hasta convertirse en un artefacto muy conveniente y adelantado. Utiliza papel moderno, con buen contraste y letra de buena calidad. La tipografía misma ha evolucionado en el transcurso del tiempo, lo mismo que el diseño y la disposición de los caracteres, tanto en calidad estética como en utilidad. Y en muchos sentidos, es muy sencillo recorrer un libro.”

El novelista Nicholas Baker ha dicho: “Hemos ideado por fin un invento bello, fácil de hojear, que no necesita electricidad y existe en forma legible a pesar de todo. Si llega el fin de la civilización y perdemos la electricidad, podremos acercar un CD-ROM a la luz, lo que tendrá un valor totémico, pero no tendremos pasado”.

(Traducción de Rolando Costa Picazo)


(*) Juego de palabras traducible como “las cosas que nos hacen inteligentes” o “las cosas que nos hacen escocer”. (N. del T.)
.
La i responsable pide por favor a los lectores que le expliquen -si alguno sabe- cómo podría hacer para leer un texto digitalizado mientras se da un baño de inmersión...

miércoles, 21 de mayo de 2008

La creación del mundo, con palíndromos

Palíndromo. m.
Palabra o expresión que se lee igual de izquierda a derecha y de derecha a izquierda; v.gr. ama mal Edipo, pide la mamá / sé verla al revés. Son muy conocidos los inventados por Julio Cortázar, que aparecen en sus cuentos; ejemplos: atar a la rata / Anás usó tu auto, Susana / átale, demoníaco Caín, o me delata / Salta Lenín el atlas.
(Definición tomada del "DICCIONARIO DE FIGURAS RETÓRICAS y términos afines", de Viviana H. Fernández).

La siguiente es una historia de la creación, escrita con palíndromos (aparecen en letras negritas).


La era real
(paraíso palindrómico con ‘didascalias’)

Dios: (antes de la creación)
-¡Aten al planeta!
¡Luz azul!
(Su poética cité, ¡opus!)
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CUADRO PRIMERO

Eva usaba rimel y le miraba suave.
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Dios: -Amor a Eva, usa suave aroma.
(a Adán) -¡Amad a la dama!
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Adán: -Madam, I'm Adam.
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Eva: -¡¿Lo quéee…?!
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Adán: -Madam, in Eden I'm Adam.
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Eva: -¿Qué te pasa, man?
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Adán: -Nada, yo soy Adán.
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Eva: (al lector)
-Es Adán, ya ve: yo soy Eva y nada sé.
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CUADRO SEGUNDO

Nace por otoño, toro; pecan.
La moral, claro, mal
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Satán: (llamando con un megáfono)
-¡Satán a Papanatas...!
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Adán y Eva: -Adán y Eva somos, ave y nada.
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Eva: (desconcertada)
-¿Somos o no somos?
(¿Ser o no ser? ¡acá va la vaca! ¿res o no res?)
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Adán: -Somos asomos.
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Satán: (saludándola)
-¡Ave, Eva!
(Satán atrapa y aparta natas).
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Adán: -Sátrapa, Satán, a papá natas apartas.
(Eva le aparta natas y Satán atrapa el ave).
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Dios: (alarmado)
-¿A ése desea?
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Satán: (mostrando y sacudiendo el pajarito)
-¡Eva: ave!
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Eva: -¡A la ruda mona, tal plátano, madúrala!
Otra gala, lagarto.
¡Seguro ruges!
(Severo revés).

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Dios: (preocupado por la maniobra, a Satán)
-¡Mal, si le das la fe falsa del Islam!
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Satán: (a Dios)
-Amigo, no gima.
No deseo yo ese don.
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CUADRO TERCERO (descriptivo)

Acude y aparta, atrapa y educa.
Atila atrapa el ave y Eva le aparta alita.
Adula Eva a la ave aluda.
Acude el ave y Eva le educa.
Agil boa la obliga.

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CUADRO CUARTO

¡Adán o raza, azar o nada!
Adán, a donde va, ved: no da nada.

Adán: (silbando al cielo)
-¿Acaso hubo búhos, acá?

Dios: (chivado, maldice a gritos)
-¡A ése, la niña dañina le sea!
(a Eva) -A ti no, bonita.

Adán: (haciéndose el otario)
-Oí dar alarido. ¿Lo dirá la radio?
(afectando desinterés)
-Aire solo sería...

Dios: (a Adán, rajándolo)
-¡A cavar a Caravaca!

Adán: (a Caín, refiriéndose a Eva)
-Átale, demoníaco Caín, o me delata.

(Así revelará su amada dama usar aleve risa).

Eva: (a Caín)
-Avisá a papá. Así va.
(vengativa, refiriéndose a Adán)
-Oí mona besarte detrás, ébano mío.
(a Adán)
-¿Se va? Lleve llaves.
(para sí)
-Sam ama más.

Caín: (a Adán)
-Ella te dará detalle.
(hablando de su mami)
-A mí me mima.
(a su mami)
-Ámame, ¡mamá!

Adán: (pensando en Eva)
Ávida de dádiva.
¡Será mala! ¿Cómo coño como calamares
?
¡Atar a la rata!
(La tomó como tal).

(Adán no cede con Eva y Yavé no cede con nada).

Dios : (irónico, mirando a sus criaturas)
-Son así, sanos...

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sábado, 10 de mayo de 2008

La Biblia junto al calefón


UNA HISTORIA DE LA VIDA COTIDIANA


He aquí la historia de un hecho de la vida cotidiana, que acontecía en la ciudad de Buenos Aires –no sé si en otros lugares pasaba o no–, y que explica el porqué de la aparentemente surrealista asociación de la Biblia junto al calefón que aparece en el tango "Cambalache", cuyas letra y música fueron compuestas por Enrique Santos Discépolo en 1935.

La historia tiene relación con los baños, la higiene personal y la forma de realizarla; y como no se me escapa que algunos lectores pueden ser jóvenes y pueden no haber conocido otro tipo de baños que los que se estila usar en la actualidad al menos en el mundo occidental y cristiano, voy a recordar primero un par de datos que considero necesario sean tenidos en cuenta.

Los baños que conocemos y que en algunos lugares son llamados 'completos', es decir, los que constan como mínimo de retrete inodoro, lavabo y ducha (algunos exquisitos, como la i responsable que escribe, exigen que además tenga bidet –artefacto desconocido en muchos sitios–) son relativamente nuevos.

Hasta finales del siglo XIX se utilizaban bacinillas (también llamadas ‘tazas de noche’), cuyos contenidos eran arrojados por las ventanas al grito de 'agua va'; y antes aún, letrinas, que solían estar en los fondos de las casas.

En Buenos Aires coexistieron bacinillas y letrinas hasta principios del siglo XX, época en que las familias ‘acomodadas’ comenzaron a instalar baños.

Luego el uso de baños se generalizó y se empezó a construirlos en todas las viviendas, aun en las más modestas. El sencillo 'miniambiente' constaba al menos de retrete y lavabo y si los lujuriosos dueños de casa gustaban de practicar la morisca costumbre de lavarse todo el cuerpo más o menos seguido, y si además tenían medios económicos suficientes como para costearse ese capricho, los baños también tenían una ducha. Claro, si había una ducha era necesario calentar el agua, así que al lado de la ducha se instalaba un calefón.

Sin embargo, el papel higiénico tardó en obtener su carta de ciudadanía para poder trabajar en limpio en estas sucias tierras y aun cuando apareció era bastante caro y no estaba al alcance de todas las familias, las cuales se veían obligadas a utilizar para esos fines sanitarios el vulgar papel de diario o, en su defecto, cualquier otro.

Por supuesto, eran muy estimados los papeles más sedosos, así que los sufridos usuarios trataban de conseguir en las verdulerías y fruterías los papeles con los que venían envueltas las manzanas y otros productos de campo.

Otro muy apreciado era el llamado ‘papel biblia’, especialmente delgado y suave.

Ahora bien, ya por entonces existía la Sociedad Bíblica, una de cuyas misiones parece ser la de difundir la Biblia protestante, para lo cual regalaba ejemplares del sagrado libro –en la actualidad, lo sigue haciendo–.
Pues, muchos de los habitantes de Buenos Aires deben de haber parecido devotos creyentes, ya que aceptaban de continuo esas gentilezas.


LA BIBLIA Y EL CALEFÓN

Sin embargo, cuentan los hombres dignos de fe (aunque Alá sabe más) que quienes obtenían esas Biblias les perforaban una tapa y las colgaban de un gancho de alambre, al lado del calefón, cerca del retrete, e iban arrancando las suaves hojas para usarlas como papel higiénico.


En este hecho se habría inspirado Enrique Santos Discépolo para decir con elegancia propia de un grande:


Igual que en la vidriera
irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
Y HERIDA POR UN SABLE SIN REMACHE
VES LLORAR LA BIBLIA
JUNTO AL CALEFÓN.


jueves, 8 de mayo de 2008

Recetas de cocina de Leonardo da Vinci (III)

MÁS IDEAS DISPARATADAS DE LEONARDO

Bonjour, monsieur, lo saludo porque noblesse oblige, ya que admito que usted no tiene la culpa de la irreverencia de su compatriota, y porque no sé si está enterado de que el gracioso que en 1919 "intervino" mi retrato y le pintó bigotes y barbita fue Duchamp, y que después anduvo jactándose de que así me convierto en un hombre. No en una mujer disfrazada de hombre, sino en un hombre auténtico, según él... (todo un entendido, el muchacho...).

Y además esas letras que me escribió, L.H.O.O.Q. Podría pensarse que dicen look. ¡Miren!
Pero no, el "artista" se ensañó conmigo. Pruebe a pronunciarlas rapidito, monsieur, s’il vous plait. ¿No le suena a "elle a chaud au cul"? ¡Grosero!
No lo traduzco porque hay damas.

Pero ¿qué se podía esperar de un artista capaz de presentar como obra de arte un orinal? ¡Y de travestirse!... porque yo sé que su alter ego era una mujer, y que se hacía fotografiar con ropas femeniles (una aquí se entera de todo).

Sin embargo, aunque él haya hecho alusión a mi vida privada, yo no voy a revelar detalles de la suya.
Antes bien, voy a contarles una increíble anécdota de Leonardo.

Ya les comenté que Ludovico lo había nombrado maestro de festejos y banquetes de la corte de los Sforza, ¿no?
¿Y que Leonardo se la pasaba haciendo desastres?... ¿No?...

Pues él tuvo una idea absolutamente extraordinaria –con la cual seguramente esperaba resarcir a Ludovico por los muchos inconvenientes que había estado causándole– que intentó poner en práctica con motivo de la boda de su señor con Beatrice d’Este: se le ocurrió al Maestro que la fiesta de bodas debía celebrarse en el interior de una réplica del Castello Sforza, que él mandó construir en el patio del palacio.

¿Pero por qué en una réplica y no dentro del palacio?
Porque Leonardo quería que la fiesta se celebrara en el interior de un gran pastel.

La réplica tenía unos 60-70 metros de largo y fue construida con masa para pasteles moldeada, esto es, con bloques de polenta reforzados con nueces y pasas de uva, decorados con mazapán de colores.

Los invitados deberían ingresar al palacio de pastel, sentarse en bancos de pastel frente a mesas de pastel, y comer un menú pensado para la ocasión.
Seguro que ya lo adivinaron (son tan perspicaces los turistas).
¡Sí, adivinaron!: el menú también era pastel.

Y lo bueno era que Ludovico lo dejaba hacer. Pero a Leonardo se le escapó una tort... perdón, un detalle: ¡las ratas!
Digo, él no se imaginó que durante la noche anterior al banquete todas las ratas de Milán se iban a dar cita en el patio del palacio antes que los invitados de Ludovico...

En fin, tuvieron que intervenir los sirvientes, quienes en su intento de eliminar a esas pobres criaturitas famélicas dejaron el estrambótico pastel convertido en una montaña de masa destrozada y ratas muertas.

De más está que les cuente que la fiesta tuvo que hacerse en otro lugar del palacio. El Maestro se salvó por un pelito de que Ludovico le propinara un puntapié en el occipucio, que es la parte por donde la cabeza se une con el cuello, es decir, la nuca, probablemente por los buenos oficios de la buena de Beatrice, a quien Leonardo le caía muy bien; y al fin no pasó nada.

Ludovico, como en oportunidades anteriores, invitó al Maestro a que se tomara un descanso en algún lugar donde su enorme creatividad fuera bien apreciada, y le sugirió que visitara al prior de Santa Maria delle Grazie, que andaba buscando un artista para que le decorara una pared.

Y Leonardo partió hacia allí, donde, medio a desgana y luego de tres años, terminó pintando la Última Cena. Pero esa es otra historia, que tal vez algún día les contaré.