domingo, 28 de septiembre de 2008

Tango para Libertad - ¿Artes plásticas?

La cosa fue por Manhattan
la llamaban Libertad.
No hubo muchacha más guapa...
con marines a enviar.
-
Libertad la de Manhattan,
que me trajo bienestar.
-
Soy Homero el regordete,
bastante mayor de edad.
Conocí mejores días
de esplendor del capital.

Simpson para los amigos
pa, lo que gusten mandar.
-
Hoy nacionalizo empresas,
qué mal gusto por favor;
con bananas en el mate
y un bozal como morral.
-
¡Qué porrazo, mamma mía,
que se pegó Libertad !
-
Bs. As., septiembre de 2008.
Mi agradecimiento a Carlos Bahr y Roberto Garza, autores de “Soledad la de Barracas” (tango 1945).


Eduardo Leonetti.

No todos los ángeles son insectos: los Tronos son como Ruedas

¡Insoportable, la editora!
Quiere que yo escriba lo que ella piensa, ¡ja! (que no me haga reír que se me arruga el morro).

Mejor se lo resumo:

Parece que no todos los ángeles son insectos celestiales: algunos son como Ruedas; y las ruedas, como sabe cualquiera, no tienen alas.
(Ángeles sin alas ¡dónde se ha visto!).

El relato bíblico más detallado donde aparecen estos enigmáticos bichos es el que hace el profeta Ezequiel. Parece que eran más o menos como los del ángulo inferior derecho de la foto, que no sé quién la habrá tomado...

Esas ruedas llenas de ojos son los Tronos, los ángeles del tercer coro; al menos es lo que dice Dionisio en Las jerarquías celestes, que es uno de los textos fundacionales.

Pero como cuesta creer que eso sean ángeles, a continuación le transcribo parte de lo que dice Ezequiel (1:13-20), que es el único que los vio de cerca:

13. Entre los seres vivientes había un fuego como de brasas incandescentes, como de antorchas, que se agitaba en medio de ellos; el fuego resplandecía, y de él salían rayos. 14. Los seres vivientes iban y venían, y parecían relámpagos. 15. Yo miré a los seres vivientes, y vi que en el suelo, al lado de cada uno de ellos, había una rueda. 16. El aspecto de las ruedas era brillante como el topacio y las cuatro tenían la misma forma. En cuanto a su estructura, era como si una rueda estuviera metida dentro de otra. 17. Cuando avanzaban, podían ir en las cuatro direcciones, y no se volvían al avanzar. 18. Las cuatro ruedas tenían llantas, y yo vi que las llantas estaban llenas de ojos, en todo su alrededor. 19. Cuando los seres vivientes avanzaban, también avanzaban las ruedas al lado de ellos, y cuando los seres vivientes se elevaban por encima del suelo, también se elevaban las ruedas. 20. Ellos iban adonde los impulsaba el espíritu, y las ruedas se elevaban al mismo tiempo, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.

(El resaltado es mío). En fin, tal vez el texto no es muy claro, pero la Biblia se caracteriza por su lenguaje abstruso, que algunos llaman alegoría.

Por supuesto, no han faltado quienes estimaron que lo que vio Ezequiel fueron ovnis. Elija usted a quién creerle.

Los ángeles, insectos celestiales

Sí, ya sé: el título le parece irrespetuoso o despectivo o algo así. Pero no lo es. No estoy tratando de provocar a nadie. Si usted cree que los ángeles son criaturas de Dios, está todo bien. Solo me estoy refiriendo a la anatomía, porque, si bien ya dije en una nota anterior que de ángeles poco y nada sé, no digo lo mismo de los animales, de los cuales algún conocimiento tengo.

Vea usted: esta es una representación de una criatura angélica.

¿Y cuántas extremidades tiene?

Tiene 2 brazos, 2 piernas y 2 alas, es decir, 3 pares de patas.

¿Y cuáles son los bichos que tienen 3 pares de patas? ¿eh, eh? Piense...
Respuesta: ¡los insectos!

Por definición, los insectos tienen el cuerpo claramente dividido en cabeza, tórax y abdomen, tres pares de patas y la mayoría tiene alas, que utilizan para volar. Ahora bien, alas y patas son casi lo mismo –las alas son brazos modificados–, y por lo que se ve los ángeles tienen cabeza, tórax y abdomen.
Saque usted sus conclusiones.

La editora i-responsable, que vive oponiéndose a todo, ha quedado tan impresionada por mis sabias consideraciones que decidió declarar desde este blog que los ángeles son insectos, celestiales, pero insectos.

Pero entonces cabe preguntarse si con esas alitas currutacas son capaces de volar, y como todo el mundo parece aceptar que sí, la editora i-responsable sostiene que no; porque para volar –dice– además de imaginación, hacen falta medios.

Así que vamos a estudiar el asunto.
Miremos cómo aparece un ángel y cómo se ve un cóndor andino volando...

y comparemos el tamaño relativo de las alas del ángel con el tamaño relativo de las alas del ave.






Si un cóndor, que pesa 10/12 kg necesita una envergadura de 3.3/3.5 m para poder volar, un ángel, que pesará unos 80 kg –pues por lo que se ve es bastante más corpulento que una mujer– ¿qué envergadura necesitará?

Para mí es una cuestión de regla de tres simple: un ángel, para poder volar, necesita una envergadura de alas de alrededor de 25 metros.

Así que yo digo que los insectos celestiales no vuelan, es más, digo que con esas alitas ni siquiera levitan. Un bochorno.

***
La editora i-responsable, que arriba sostuvo contra toda opinión que los ángeles no vuelan, ahora dice que eso no importa, que ella sabe que hay ángeles que cruzan los cielos rodando, porque tienen la forma de enormes ruedas. Ruedas, sí, leyó bien (está chapita, la pobre). Ángeles como ruedas, y con muchos ojos –dice– (para mí que son ovnis), que se llaman Tronos, pertenecen a la primera jerarquía, tercer coro, y que aparecen en el Apocalipsis y en la visión de Ezequiel (Ez. 1:18 – Ez. 10:9 y ss.).

Ahorita me pongo a investigar y le cuento…

jueves, 25 de septiembre de 2008

San Gabriel, un arcángel de sexo femenino

Esta nota se relaciona con la anterior, donde comento que en Uruguay hay una talla de San Gabriel con formas femeninas y anticipo que trataré de explicar de dónde surge esa concepción.

Aquí intentaré esclarecer el tema, pero antes voy a revelar mi principal fuente de información, porque yo de ángeles poco y nada sé.

Casi todos los datos los he tomado de una obra maravillosa y muy divertida: Ángeles – Una especie en peligro de extinción, de Malcolm Godwin, Ediciones Robinbook, Barcelona, 1995. El autor se basa en los dos textos fundacionales, Las jerarquías celestes de Dionisio y la Summa Teológica de Tomás de Aquino, pero comenta además que “San Ambrosio difiere de San Jerónimo, que no está de acuerdo con santo Tomás de Aquino, quien dice que San Pablo debe de haber estado equivocado. Los teólogos son incluso peores que los santos. Pocos coinciden al hablar de la naturaleza de las jerarquías celestiales, y menos aún sobre cuáles podrían ser sus diversos deberes y misiones”.
Así que ya lo ve: no es asunto fácil.

Por mi parte, sugiero ser cuidadoso con los textos fundacionales, porque: 1°) no se sabe bien quién era Dionisio Areopagita –o Pseudo Dionisio– ni para qué bando jugaba; y 2°) referente a Tomás, destaco que el extraordinario escritor Fernando Vallejo, en su Manualito de imposturología física, ha tomado al aquinate como unidad de medida, es decir, así como para medir distancias se utiliza el metro, para medir imposturas Vallejo propone el aquino (A), “que corresponde a la cantidad de impostura contenida en los 33 volúmenes de la Suma teológica”. Pero esto es una digresión, así que sigamos.


La cuestión de las jerarquías celestiales –según las fuentes ortodoxas– es como sigue:

Las huestes angélicas están compuestas por “tres jerarquías de tres órdenes cada una” –dice Dionisio-–, que rodean al centro Divino.
Imagine una esfera sin límites cuyo punto central es una emanación de pensamiento puro, denominada Dios. Esta emanación va variando de intensidad a medida que se aleja del centro: al principio se convierte en luz pura, pero según se aleja de la fuente la luz también disminuye y comienza a condensarse la materia.
En la esfera pueden reconocerse tres sectores o grandes “anillos” (“anillos” si usted se imagina un corte transversal de la esfera, por el medio, como si fuera una naranja que se dispone a exprimir, digamos), y cada sector, a su vez, se divide en tres anillos. Tres por tres, nueve, si la Matemática no miente: un anillo para cada orden angélico.

En la primera región de la esfera –la que se encuentra más próxima al núcleo-Dios y corresponde a la Primera jerarquía–, militan tres órdenes celestiales: 1) Serafines, 2) Querubines y 3) Tronos; pero no están todos mezclados. Los más cercanos al núcleo, los que vibran en el primer anillo, son los Serafines (las vibraciones las producen el batir de sus alas y el sonido de sus voces); en el segundo anillo vibran los Querubines; y en el tercer anillo, el más exterior –donde empieza a aparecer la materia– residen los Tronos.

En la segunda región de la esfera –la que corresponde a la Segunda jerarquía– militan otros tres coros: 4) Dominaciones, 5) Virtudes y 6) Potestades; en ese orden y cada uno en su anillo.

Finalmente, en la tercera región de la esfera –la que está la más alejada del centro-Dios y corresponde a la Tercera jerarquía–, militan 7) Principados, 8) Arcángeles y 9) Ángeles, también en ese orden, cada quien en su sitio y, en principio, sin hacer miniturismo por otros anillos. (Digo en principio porque todo este asunto es de una gran confusión y muchas veces aparecen entidades de un coro aleteando en otro).

Luego, San Gabriel, que es un Arcángel, reside en el octavo coro.
Así que comentaré en forma ordenada –pero más que sucinta– cómo son o a qué se dedican estos coristas, hasta llegar al bendito Gabriel...
Sigamos, pues.

PRIMERA JERARQUÍA
Primer coro
Los Serafines están en el orden más elevado y cantan sin cesar, en hebreo, una monótona canción –“Santo, Santo, Santo”– cuyas vibraciones dizque dieron origen al Fuego del Amor. Cuando se muestran a los hombres aparecen con seis alas y cuatro cabezas.

Segundo coro
Los Querubines tienen cuatro alas y cuatro caras y se los representa como Portadores del Trono de Dios y como Sus aurigas. La vibración que emana de ellos es la del Conocimiento y la Sabiduría.

Tercer coro
Los Tronos –también llamados Ofanines o Galgalines– son como grandes ruedas con múltiples ojos, y parecen ser los Carruajes de Dios. (¡Vaya seres extraños! Imagínese usted toda la producción de la fábrica Michelin, píntele pupilas, y ahí tiene un coro de Tronos).
Pero mientras los miembros de los órdenes anteriores son insustanciales o inmateriales, los Tronos habitan una región que comienza a tomar forma material, razón por la cual quedan expuestos a la posibilidad de corrupción.

SEGUNDA JERARQUÍA
Cuarto coro
Las Dominaciones regulan las obligaciones de los Ángeles, al menos, según Dionisio; según otros, son cauces de misericordia. Algunos estiman que tienen las letras del Nombre de Dios suspendidas en su reino.

Quinto coro
Las Virtudes son entidades que conceden Bendiciones, en especial en forma de milagros. Son asociados con la lucha por el Bien e infunden coraje a quien lo necesita. Además, parece que fueron ellas las que escoltaron a Cristo en su ascensión.

Sexto coro
Las Potestades –también conocidas como Energías, Potencias y Autoridades– fueron las que resistieron la lucha de los Demonios por apoderarse del mundo, al menos según Dionisio. Son una suerte de guardia fronteriza, y ya San Pablo advirtió que pueden obrar tanto el Bien como el Mal. Algunas se identifican con el lado obscuro de los hombres (lo que Carl Jung llamaría el arquetipo de la Sombra) y, por supuesto, también son proclives a pecar. Pero su verdadera vocación es la de conciliar los opuestos, es decir que son guías espirituales, igual que la Templanza del tarot…

TERCERA JERARQUÍA
Séptimo coro
Los Principados tuvieron a su cargo las naciones y las grandes ciudades de la tierra, al menos en el principio; pero luego ampliaron sus dominios y se convirtieron en protectores de la religión.

Octavo coro
Los Arcángeles, que son los más famosos, son Mensajeros que llevan los Decretos Divinos –eso dice Dionisio–; hacen de intermediarios entre Dios y los hombres y dirigen la constante batalla contra los Hijos del Mal. Los cuatro más conocidos son Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel.

Miguel, “el que es como Dios”, es lo más ¿vio?, es el héroe indiscutible, pues derrotó a Satán y lo expulsó del cielo. Según algunos tiene alas de pavo real y otros dicen que de color verde esmeralda. Hizo casi todo el trabajo sucio y es emblemática su lucha con el Dragón. Además, es el único incorruptible, lo que tal vez se deba a que tenía a su cargo al pueblo elegido por Dios;
Gabriel, es al que quiero llegar…;
Rafael, “el resplandor que cura”, es el médico, el cirujano. Malcom Godwin cuenta que “Si bien oficialmente es una Virtud, se dice que tiene las seis alas de un Serafín, pero al mismo tiempo pertenece a los Querubines, las Dominaciones y las Potestades” (!); y
Uriel, el “Fuego de Dios”, es a un tiempo Serafín y Querubín y se lo identifica con el que está a las Puertas del Edén con una espada flameante. Además, parece que también es el Ángel del Arrepentimiento, y que es casi tan despiadado como cualquier demonio.

Y ahora volvamos a Gabriel, el “gobernador”, y mandatario de los Querubines. Este es el único Angel –además de Miguel– mencionado por su nombre en el Antiguo Testamento. En la tradición judeocristiana es el Ángel de la Anunciación, de la Resurrección, de la Misericordia, de la Revelación y de la Muerte. Como Ángel de la Anunciación hizo primero algunos ensayos y luego se descolgó con una actuación cumbre: la Anunciación a María.

Ahora bien, algunos entendidos dicen que se trataría de la única entidad angélica femenina y que una prueba de ello sería que se sienta a la izquierda de Dios; en igual sentido, la tradición popular afirma que Gabriel “saca del paraíso al alma invariablemente rechazada y la adoctrina durante los nueve meses que permanece en el seno materno”; pero la prueba categórica se desprende precisamente del momento en que hizo su anuncio a la Virgen.

Según comenta Malcom Godwin, “San Jerónimo nos dice que cuando el Arcángel se apareció a la Virgen, ella lo confundió con un hombre. María estaba presa de terror y consternación y no podía replicar, puesto que nunca antes había sido saludada por un hombre”.
Esto coincide, parcialmente, con Lucas (1:26-38), pero no con Mateo (1:20-23).
Y continúa Godwin: “Cuando se dio cuenta de que se trataba de un Ángel (o una mujer), pudo hablar sin reserva, pues ya no había nada que temer o, podemos añadir nosotros, que desear”.

En fin, cada quien interpreta los pasajes según su leal saber y entender, pero por lo visto alguien recogió el guante de San Jerónimo, porque la especie se ha difundido lo suficiente como para que llegaran a conocerla hasta los artistas del medioevo y del Renacimiento.

Y para no dejar que la orquesta celestial disuene por deserción de voces, falta agregar a los Ángeles.

Noveno coro
Los Ángeles, “los mensajeros”, son muchísimos, y hacen de intermediarios entre Dios y los hombres. De todos los órdenes angélicos ellos son los más vulnerables a la corrupción, pues por pertenecer al sector más bajo de la jerarquía y estar más próximos al mundo terrenal, están también muy cercanos a los hombres, y es sabido que tienen “una inclinación por los muslos” y caen por tierra ante las mujeres bonitas –véase Génesis (6: 2), donde dice “Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomáronse mujeres, escogiendo entre todas”, y Gén. (6: 4), donde dice “entraron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos”–; pero si a pesar de lo expresado le resulta indigesto aceptar que los Ángeles no sean tan angelicales como aparecen en las estampitas, le recuerdo también que parece haber habido una gran rebelión de estos seres de luz que, junto con su capitoste Lucifer –el Portador de la Luz–, se rompieron la crisma contra el mundo por pecaminosos.
Así que, lo dicho: los ángeles son criaturas de moralidad dudosa.

No obstante, ellos ofician de vuelaveidiles, así que cabe suponer que Dios está enviando recados todo el tiempo –a juzgar por lo que se ve, deben de ser órdenes y contraórdenes– y por eso necesita un gigantesco ejército de ayudantes. Digo esto por lo nutrido de las filas de Ángeles, pues ya hacia la Edad Media los cabalistas habían calculado que su número ascendía a 301.655.722.

(URU) Un San Gabriel de sexo femenino

En la Iglesia Matriz de Colonia del Sacramento, Uruguay –entrando hacia la derecha–, existe una imagen que atrajo mi atención por lo poco frecuente y es la que le muestro a continuación:

Sé que la foto está mal tomada (no pude eludir los reflejos) y que la imagen no parece algo muy especial, pero resulta que se trata de lo siguiente:

Es una representación del Arcángel San Gabriel con formas femeninas, y esto es lo notable, pues uno tiende a imaginar (más allá de lo que afirmen algunos entendidos –que los ángeles no tienen sexo–) que si es ‘san’ tiene que ser de género masculino. Pero no.

Este San Gabriel es mujer, y para que no le queden dudas le muestro otra foto (también mal tomada).

Hay muchas representaciones de San Gabriel-fémina, en especial en pinturas, pero durante años yo no sospeché que los artistas hubieran tenido la intención clara de pintar una mujer, sino que creía que lo habían imaginado bello y punto (hasta que un día me enteré...).


Para mí, el cuadro más hermoso en el que aparece un San Gabriel afeminado es la “La Anunciación” de Fra Angelico, que vive en el Museo del Prado.

Si a mis parientes españoles todavía no se les ocurrió cambiarlo de lugar, está ubicado a la entrada, de frente; puede decirse que es lo primero que uno ve, y realmente impacta.

Pero un San Gabriel de sexo femenino en versión escultórica, solo lo vi en la iglesia de Colonia.
Es todo cuanto quería comentar respecto de esa imagen.

Claro, ahora usted podría preguntarse de dónde viene esta idea de un San Gabriel-mujer, así que voy a contarle algo acerca de los ángeles; pero lo haré en otra nota, pues el tema nada tiene que ver con los viajes.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Aclaremos...

En todo lo que aparece etiquetado como “viajes” me propongo mostrar y comentar algo que vi, experimenté o descubrí durante algún paseíto; pero cosas especiales, digamos.

Por ejemplo, si escribiera acerca de París, omitiría referirme a la torre Eiffel, excepto para señalar alguna curiosidad.

Huelga aclarar que sé muy bien que no descubrí nada, que ya todo ha sido visto por otros, pero esta es mi mirada.

Las notas tienen al comienzo del título unas letras entre paréntesis, que indican el país del cual tratan (es que no puedo con mi manía de sistematizar).

Cuento con su lucidez para deducir que si (ARG) es Argentina, (CLB) es Colombia, and so on…

Espero que lo disfrute.

viernes, 19 de septiembre de 2008

(URU) Sean los orientales tan ilustrados como valientes (1a. parte)

Las palabras que dan título a esta nota no son mías sino de Artigas, el héroe nacional uruguayo, y si las traigo a cuento es para destacar que el tiempo se ha encargado de que su deseo se convirtiera en realidad.

El pueblo uruguayo es culto y eso se debe, sin duda, a que es un pueblo lector.

Es más que notable la cantidad de librerías que existen en Montevideo.No sé exactamente cuántas son, pero me animo a arriesgar que Montevideo tiene más librerías que la ciudad Buenos Aires, y eso es muchísimo decir, pues Uruguay –todo el país– tiene una población aproximada de tres millones de habitantes, y Buenos Aires –la ciudad y el conurbano– unos catorce millones.

Pero sucede que los porteños de Buenos Aires se entretienen mirando la televisión, no solo en sus casas sino también en bares, restaurantes, vidrieras de comercios, oficinas públicas, etc.; los maléficos aparatos han invadido casi todos los lugares públicos con excepción, creo, de los cementerios. Y cuando no miran televisión, van a ver espectáculos de teatro o cine comerciales (de Teatro o Cine, casi nunca). De leer, poco y nada saben.

En cambio, el pueblo uruguayo –que tiene pocos cines y menos teatros–, se entretiene leyendo. Y la diferencia se aprecia en la educación de la gente. Allí nadie es descortés, nadie contesta de mala manera, nadie dice groserías en público.

Las siguientes son fotos de la calle Tristán Narvaja, donde los domingos a la mañana funciona la tradicional feria de 'pulgas'. Allí hay de todo lo que uno pueda imaginar: desde alimentos, flores, plantas, animales, ropa, cacharros de uso doméstico, libros, revistas, 'antigüedades', bijouterie, titiriteros, hasta clavos oxidados.





Pero en la calle Paysandú, que es una transversal a Tristán Narvaja, se concentran los libreros…

…y semejante concentración solo es explicable por una gran demanda: los libros se venden.
-
Los uruguayos leen, y mucho. Tanto, que hasta les hacen 'piquetes' a los libreros (pero esto se lo cuento en otra nota).

(URU) Sean los orientales tan ilustrados como valientes (2a. parte)

Que el pueblo uruguayo es culto y lee mucho, quedó dicho en la nota anterior. En esta transcribo una carta que envié al diario “El País” de Montevideo, donde cuento lo que vi un sábado a la mañana en las calles Sarandí y adyacentes –en el casco viejo de la ciudad–, donde niños que llevaban pancartas e iban acompañados por adultos –algunos padres y maestras– se detenían frente a los puestos de venta de libros y “manifestaban”.
Aquí va:


FIELES AL MANDATO DE ARTIGAS

“Sean los orientales tan ilustrados como valientes”, tal fue el mandato de Artigas al pueblo uruguayo. Esto, que suena más a lema para acuñar monedas con la efigie del prócer que a una pauta cultural a tener en cuenta por toda una comunidad, se hizo carne en la nación oriental. Salta a la vista, gratamente, la cantidad de librerías con las que cuenta Montevideo; es difícil de contar la extensión de puestos con libros que pueden verse los domingos en la calle Paysandú. Es reconfortante ver a niños de muy corta edad con libros en la mano, y a adultos que los guían en el hábito de la lectura.

Por eso no debe sorprendernos la buena educación de la gente de los más diversos estamentos sociales, traducida en el trato cortés y buenos modales que se observa en la calle; el emplazamiento en la vía pública de dispositivos para desechar las contaminantes pilas usadas; la afluencia de educandos de jardín de infantes en perfecto orden, guiados por sus maestros a espacios culturales, etc.; pues ello en buena parte es el producto de la reflexiva costumbre de leer.

Pero que de estos signos inequívocos de cultura se pase a una manifestación callejera de niños y adultos con pancartas donde podían leerse –en idioma castellano y en inglés– consignas tales como “leer hace bien”; “los libros son interesantes”; “los libros nos acercan al conocimiento”; “si leés, aprendés”; o “un libro puede ser tu amigo”, como tuvimos ocasión de presenciar en la peatonal Sarandí el sábado 26 de mayo/07 en horas del mediodía, supera lo imaginable.

Podrá decirse que eso es solo una manera de publicitar un instituto de idiomas; una “marquetinera” forma de llamar la atención; una “performance publicitaria”. Puede ser que lo sea... ¡Pero QUÉ BIEN QUE HACE!

(Mis felicitaciones al Emily Dickinson Educational Center.


Los argentinos estamos acostumbrados a los piquetes, pero no a los de este tipo. Así que, además de enviar la carta al diario uruguayo –que la publicó–, la mandé también a “cartas de lectores” de “La Nación”, el tradicional diario argentino, por si alguien quería ir tomando nota. Pero ni siquiera la mencionaron...

domingo, 14 de septiembre de 2008

(CLB) Isabel viendo llover en Macondo



Admito que no es Isabel, la de la historia de Gabriel García Márquez, sino yo misma, y que el lugar no es Macondo sino Cartagena de Indias, al norte de Colombia, sobre el Caribe (es decir, en la zona donde fue fundado el pueblo de la ficción).
Estaba en la terraza de un restaurante ubicado en la esquina de una manzana y disfruté grandemente viendo la lluvia, que en poco rato inundó por completo el cruce de ambas calles. Así que, como no podía hacer otra sino esperar a que escampara, tomé esta foto:
.
Y mientras vivía la experiencia de un diluvio torrencial, de invierno (que es como le llaman allí a la temporada de lluvias, aunque la temperatura no baja de 30°C), me convencí de que esa era la forma en que debía de llover en el pueblo creado por García Márquez y comprendí que no es tan exagerado cuando dice, en Cien años de soledad, "Llovió cuatro años, once meses y dos días. Hubo épocas de llovizna en que todo el mundo se puso sus ropas de pontifical y se compuso una cara de convaleciente para celebrar la escampada, pero pronto se acostumbraron a interpretar las pausas como anuncios de recrudecimiento. Se desempedraba el cielo en unas tempestades de estropicio...". (El descatado es mío).

(CLB) Don Rufino José Cuervo

“El café era de lo poco bueno que seguía produciendo Colombia, toda vez que se le murieron sus gramáticos. Tras la muerte de Cuervo fue el acabose. […] Y a todas éstas preguntará usted: ¿quién fue Cuervo? Hombre, Cuervo (don Rufino José) fue el más grande gramático de Colombia. Lo cual es mucho si se mira desde adentro de Colombia y de la gramática, pero si se mira desde afuera muy poquito. Cuervo no es nada, por ejemplo, en el dark room de un bar gay.”
Fernando Vallejo, La Rambla paralela. Alfaguara, Argentina, primera edición, septiembre de 2004, pp.35/36.

BOGOTÁ – BARRIO LA CANDELARIA
PLAZOLETA RUFINO CUERVO

Monumento a Rufino José Cuervo
Obra del escultor Raúl Carlos Verlett - Ubicación: Calle 10 entre carreras 6 y 7


La Casa de Cuervo está ubicada en la Calle 10 No. 4-69, barrio La Candelaria, y allí funcionan el Seminario Andrés Bello (Unidad Docente), el Departamento de Historia Cultural, la Sección Habla Culta, el Departamento de Lingüística, una librería, una biblioteca y la Administración de esa sede.Fuente: www.caroycuervo.gov.co/caroycuervo/libreria/

BOGOTÁ – BARRIO LA CANDELARIA
CASA DE RUFINO CUERVOUbicación: Calle 10 –antes llamada Calle de la Esperanza– entre carreras 4 y 5.
La placa, al lado de la ventana, dice:













martes, 9 de septiembre de 2008

(CLB) SISTE PARUMPER SPECTATOR GRADUM - El balcón de Bolívar...

SISTE PARUMPER SPECTATOR GRADUM
SI VACAS MIRATURUS VIAM SALUTIS
QUA SESE LIBERAVIT
PATER SALVATORQUE PATRIAE
SIMON BOLIVAR
IN NEFANDA NOCTE SEPTEMBRINA
AN. MDCCCXXVIII

No he de ser yo quien relate los hechos de la noche de 1828 en que intentaron matar a Bolívar. Voy a transcribir aquí una versión literaria, la de Gabriel García Márquez, quien en su novela El general en su laberinto los cuenta así:


"El miércoles 25 de septiembre, al hilo de la medianoche, doce civiles y ventiséis militares forzaron el portón de la casa de gobierno de Santa Fe, degollaron a dos de los sabuesos del presidente, hirieron a varios centinelas, le hicieron una grave herida de sable en un brazo al capitán Andrés Ibarra, mataron de un tiro al coronel escocés William Ferguson, miembro de la Legión Británica y edecán del presidente, de quien éste había dicho que era valiente como un César, y subieron hasta el dormitorio presidencial gritando vivas a la libertad y mueras al tirano.
[...]
"El general y Manuela Sáenz iniciaban apenas una noche de reconciliación. Habían pasado el fin de semana en la población de Soacha, a dos leguas y media de allí, y habían vuelto el lunes en coches separados después de una disputa de amor más virulenta que las habituales, porque él era sordo a los avisos de una confabulación para matarlo, de la que todo el mundo hablaba y en la que solo él no creía.
[...]
"Estaban iniciando en la cama los retozos del amor, él desnudo y ella a medio vestir, cuando oyeron los primeros gritos, los primeros tiros, y el trueno de los cañones contra algún cuartel leal. Manuela lo ayudó a vestirse a toda prisa, le puso las pantuflas impermeables que había llevado puestas sobre los zapatos, pues el general había mandado a lustrar su único par de botas, y lo ayudó a escapar por el balcón con un sable y una pistola, pero sin ningún amparo contra la lluvia eterna.
[...]
"Con una astucia y una valentía de las que ya había dado muestra en otras emergencias históricas, Manuela Sáenz recibió a los atacantes que forzaron la puerta del dormitorio. Le preguntaron por el presidente, y ella les contestó que estaba en el salón del consejo. Le preguntaron por qué estaba abierta la puerta del balcón en una noche invernal, y ella les dijo que la había abierto para ver qué eran los ruidos que se sentían en la calle. Le preguntaron por qué la cama estaba tibia, y ella les dijo que se había acostado sin desvestirse en espera del presidente. Mientras ganaba tiempo con la parsimonia de las respuestas, fumaba con grandes humos un cigarro de carretero de los más ordinarios, para cubrir el rastro fresco de agua de colonia que aún permanecía en el cuarto."

García Márquez, G., El general en su laberinto, Editorial Sudamericana, 1989, pp. 60/63.
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Recordé esta versión -leída tantos años antes- hace muy poco tiempo, cuando, caminando por Bogotá, descubrí en una pared del palacio de San Carlos (Calle 10 y Carrera 5a.) la placa que a continuación le muestro:


Esto es:

Detente por un instante espectador apresurado
si estás desocupado admira la vía de escape
por donde se libró
el padre y salvador de la patria
Simón Bolívar,
en nefanda noche septembrina
año 1828

Eso dice, salvo mejor opinión, y me llamó mucho la atención que la inscripción esté en latín, pues en Bogotá hay muchas placas recordatorias, escritas en español.

Así que me pregunto por qué justo esta figura en latín. ¿Será, tal vez, para que no se entienda? ¿O será una ironía?
Las dos cosas podrían ser verdaderas (o falsas), porque me da la impresión de que los colombianos no quieren demasiado a Bolívar. Pero yo no sé.
Lo único que sí sé es que la inscripción está en el espacio que media entre la parte superior de una ventana y la parte inferior de un balcón, y no dice exactamente de dónde saltó.

En fin, a mí me hizo gracia imaginarme al Libertador del relato de García Márquez, todavía oloroso a agua de colonia, pues acababa de salir de la alberca, corriendo bajo la lluvia armado de un sable y una espada, calzado con las pantuflas impermeables de Manuelita...

Porque si saltó desde una ventana o de un balcón solo lo supieron él y su mujer.

Pero por algo la inscripción dice "admira", y a mí me suena a ironía: las ventanas del palacio de San Carlos son apenas más altas que una persona de estatura mediana, y desde una altura así también salto yo.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Santa Teresa, en olor de santidad

Hace muchos años, cuando no tenía idea de nada (quiero decir, menos idea de la que tengo ahora) y cuando ignoraba inclusive que los calendarios no eran personas de fiar, leí en algún lugar que Teresa de Ahumada, o Teresa de Ávila, o Teresa de Jesús, o Santa Teresa de Jesús, o, simplemente, Santa Teresa, murió el 4 de octubre de 1582 y la enterraron el 15...

Ya dije que no tenía idea de nada, pero al menos sabía que los cadáveres se pudren. Así que no me entraba en el magín que hubieran podido velar a alguien durante once días, de gusto no más, por sentirle el mal olor; pero parece que no hubo tal cosa.

Por entonces, yo tenía la suerte de ir a un colegio de monjas (es de notar que suerte no es sinónimo de bueno/a; la suerte, al igual que la fortuna, el destino, y otros batracios, puede ser buena o mala); en fin, por lo que fuera, solía encontrarme entre esas simil pingüinos (con perdón de los auténticos), así que le pregunté a una monja, estúpida, cómo era el asunto del entierro de Santa Teresa.

Notará el lector, si lee bien, que el adjetivo estúpida puede estar referido a la monja o a mí misma. Y hace bien en dudar, pues es un tanto ambiguo (o anfibológico, si lo prefiere). En fin, está referido a las dos: a mí por pretender averiguar algo preguntándole a cualquier estúpida, y a ella porque lo era (además de burra, también con perdón de la animalia). Sin embargo, creo que puede perdonársele a una criatura que confíe en quien no debe; pero esto es una digresión.

La estúpida monja, digo ahora para que no queden dudas, en lugar de admitir su ignorancia trató de resolver el problema con una respuesta tan estúpida como ella:

-Santa Teresa murió en olor de santidad -me dijo-.

Seguramente, ella debía de creerlo, pero a mí me dejó más confundida de lo que ya estaba, pues tampoco entendía eso del olor de santidad (sospecho que iba a un colegio equivocado).

Nada. Preferí olvidarme del asunto pues era demasiado extraño para mi gusto juvenil.

Sin embargo, más adelante supe que en la época en que murió Teresa de Ávila era habitual que en las iglesias acopiaran reliquias, es decir, restos de santos, o de cosas que han estado en contacto con ellos; y también leí que la pobre Juana (la loca, que según mi criterio actual no lo era) anduvo por media España arrastrando un ataúd con los restos de su marido, Dn. Felipe el hermoso, a quien amaba. Así que bien podía ser que hubieran velado a Teresa (que todavía no era santa pero ya perfilaba) durante once días. ¡Manga de morbosos!

Pero no. La cuestión fue más simple:

La futura Santa Teresa de Jesús murió el 4 de octubre de 1582 y la enterraron al día siguiente, 15 de octubre.

Los días intermedios (es decir, del 5 al 14) no existieron jamás. (Dicho sea de paso, ese año tampoco hubo un 12 de octubre, futuro Día de la Raza).

Ello se debió a la reforma del calendario ordenada por el papa Gregorio XIII, pero como el asunto está explicado en una entrada anterior no voy a repetirlo aquí (si desea saberlo, puede ver la nota "Cervantes y Shakespeare...", otras dos víctimas de las veleidades gregorianas, donde queda dicho).

Cervantes y de Shakespeare no murieron el mismo día

El 23 de abril de 1616 fue fecha luctuosa para las letras españolas e inglesas, pues en ella murieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare.

(En cuanto a Cervantes, esa es la fecha "oficial", ya que hay quienes afirman que murió el 22 y que el 23 lo enterraron).

Sin embargo, Shakespeare y Cervantes no murieron el mismo día. Murieron en la misma fecha, sí, pero con diez días de diferencia.

Esto se explica porque España utilizaba el calendario gregoriano (resultado de la reforma ordenada por el papa Gregorio XIII en 1582) e Inglaterra continuaba usando el calendario juliano (resultado de la reforma ordenada por Julio César en el año 708, contado desde la fundación de Roma, es decir, el 46 a.C.).

Estos dos sistemas de medición del tiempo tenían, hacia 1582, diez días de diferencia, y para adecuar el calendario al año solar el papa ordenó la modificación. De manera que el 5 de octubre de 1582 se convirtió en 15.

Vale decir que el día en que murió Cervantes no fue el mismo en que murió Shakespeare. Era la misma fecha, sí, pero el 23 de abril se produjo en Inglaterra diez días después que en España.

Inglaterra adoptó el calendario gregoriano en 1752.